Juan Antonio Hervás es enfermero de urgencias y forma parte del equipo START de AECID. Junto con 21 profesionales de enfermería, han puesto en marcha el hospital de campaña que ha atendido a las víctimas del seísmo que se produjo el pasado 6 de febrero.
Cuidados y acompañamiento son los dos pilares sobre los que se asienta la enfermería. Un principio que se mantiene inmutable incluso cuando el contexto es devastador. El terremoto que ha sacudido Turquía y Siria es 1.000 veces el seísmo registrado en Lorca (Murcia), la zona cero es equiparable a la superficie de Portugal y 6.500 edificios se han visto afectados. Son las cifras de una realidad a la que Juan Antonio Hervás ha puesto cara.
Este enfermero de urgencias es miembro del Equipo Técnico Español de Ayuda y Respuesta en Emergencias (START) perteneciente a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). “Entre el martes y el miércoles nos activaron. Ese momento, para mí, fue de nervios. Empecé a buscar el pasaporte, el calendario de vacunación y comprobé que estaba todo en orden. Volamos el jueves por la noche hacia Turquía”, asegura en una entrevista concedida a Fuden TV.
Tras aterrizar en suelo turco, varios autobuses trasladaron al equipo sanitario hasta la zona donde iban a montar el hospital de campaña. Pese a que llegaron de madrugada, ya se vislumbraban las consecuencias de la tragedia. “Era de noche y no pudimos apreciar gran cosa, pero, a medida que nos acercamos a la zona donde nos íbamos a desplegar, empezamos a ver los edificios derruidos. Lo que se palpa en el ambiente es el silencio”.
«En el momento que empiezan a contar su historia, entiendes que lo que necesitan es alguien en quien apoyarse. Están viviendo en la calle, el que tiene suerte vive en una tienda de campaña y el que tiene mucha suerte en los contenedores que se montaron»
Un hospital de referencia
“Abrimos una semana después del terremoto. Fuimos los primeros que montamos el hospital de campaña y empezamos a ver pacientes. Había alguna patología más grave de tipo traumatológica causada porque el paciente llevaba días atrapado bajo los escombros. También veíamos neuropatías, síndrome compartimental provocado por el aplastamiento y otras muchas patologías leves: dolor de garganta o fiebre”, asegura Juan Antonio.
El segundo terremoto que asoló la zona llegó días después. Las primeras horas fueron “caóticas”, en palabras de Juan Antonio, quien, en esta ocasión, estaba sobre el terreno. “Nos llegaron lesiones traumatológicas porque la gente saltaba por las ventanas. Teniendo en cuenta cómo habían quedado los edificios en el primer terremoto, no querían verse aplastados por los edificios. Vimos a personas fracturas de pelvis, de fémur… el 99% de las patologías producidas por el terremoto directa o indirectamente”.
Pero, además de las secuelas físicas, hay otros daños no tan visibles. “En el momento que empiezan a contar su historia, entiendes que lo que necesitan es alguien en quien apoyarse. Están viviendo en la calle, el que tiene suerte vive en una tienda de campaña y el que tiene mucha suerte en los contenedores que se montaron”. Y es también este punto donde la enfermería tiene mucho que decir. “La labor de la enfermería en una situación de este tipo es la misma: el cuidado a quien lo necesita. Hay diferencia en las historias que nos encontramos. Las historias de gente que lo ha perdido todo: su familia, su forma de vida… Eso es lo que te afecta”.